Sobre la serie

Effymine es una serie escrita a modo de crónica íntima. La primera temporada (existencialista) duró 22 entregas. La segunda (realista) 20. Esta página y producción es parte del BlogArte de Effýmia: effymia.blogspot.com

sábado, 29 de enero de 2011

Episodio 11

El despojo
En varias ocasiones, desde que estaba en primaria, me percato de pronto que mi corazón no late. Hago silencio, pongo mi mano sobre mi pecho y trato de detectar si estoy en lo cierto. Cuando lo estoy, no me apena que no funcione, al contrario, me reconforta pensarme como hija de un dios que quebró las reglas.

Hoy, Entrega nº33: "EL DESPOJO"

El tiempo inexistente se sucede rápido y extraño, y ella se mueven tanto como las nubes. La habitación comienza a desvanecerse. Elizabeth no sólo vació su corcho poblado de recuerdos, sino que decidió no guardar ni cargar nada al nuevo rumbo. Con frialdad absoluta se deshizo de sus pertenencias: las de valor las vendió (sus libros, su guitarra), las que sólo valen para ella las tiró a la basura (la bola Nº8, los dibujos, las cartas). También tiró el corazón que guardaba dentro de una caja, tiró la caja y las velas que esperaban sobre la misma ser prendidas el día que Elizabeth amase por primera vez siendo correspondida.
"No creo que algo así me pase antes del exilio" pensó en sus adentros "y no voy a llenar mi valija de sueños, soñaré una vez instalada allá, compraré nuevos libros, nuevas velas (tal vez no), nuevos sueños. No necesito un nuevo corazón, me gusta el que llevo, su engañoso palpitar".
Su hermana mayor ya no le habla, son hijas únicas de mismos padres. Su padre se desmorona en llanto cada vez que Elizabeth lo abraza, y eso la hace sentir más su madre que su hija. Su madre se fue de viaje, y la casa en desorden es uno de los últimos placeres que este último hogar le promete.
Algunos libros fueron rescatados del despojo: los de arte, "Las amistades peligrosas", "Orgullo y prejuicio" entre otros pocos. Fuera de esos libros, ningún objeto parecer ejercer dependencia sobre ella, ni siquiera sus producciones, ni los regalos de sus afectos.
Te vas, Elizabeth, ya te vas, y dejás un puñado de amigas que supieron quererte a tiempo, dejás una hermana equivocada, un padre pequeño, una madre solitaria, una facultad que te gustaba, un trabajo en el que te sentís bien, un país que cree entender las cosas, un pasado, no, no dejás un pasado, dejás varios, dejás varios pasados y volvés al primero, a tu primer pasado.
Volverás a la tierra que te parió y la reconocerás como tu madre, serás tu propio padre y hermana, y con suerte tendrás nuevas amigas.
¿Estás llorando? No me engañás, Elizabeth M, acordate de poner tu mano sobre tu pecho, después de todo: lo más importante no lo vas a abandonar.

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